jueves, 4 de octubre de 2012

"Investigaciones sobre la clonación del Dodo" - (Víctor Urra)

El dodo o dronte (Raphus cucullatus) es una especie extinta de ave columbiforme de la familia Raphidae. Era un ave no voladora endémica de las islas Mauricio, situadas en el océano Índico. El dodo, así como otras aves del océano Índico, entre ellas el solitario de Rodríguez y el ibis sagrado de Reunión (Raphus solitarius), estaba relacionada con las palomas que habían dejado de volar para volverse terrestres.
La extinción del dodo a finales del siglo XVII, lo ha convertido en el arquetipo de especie extinta por causa de seres humanos.

Beth Shapiro y Scott Lucas trabajan en la reconstrucción del dodo.

Shapiro es una bióloga estadounidense especializada en la evolución. Sus intereses actuales se centran en extraer y escudriñar el muy antiguo ADN del dodo, lo que la ha colocado a la cabeza de esta nueva disciplina científica que consiste en reconstruir y amplificar ADN de hace siglos para ver el pasado; especialmente, cómo el cambio climático afectó a la evolución, distribución y desaparición de los organismos.


Por su parte, Scott Lucas trabaja con la empresa Phil Fraley Productions, en Nueva Jersey, que se dedica a hacer modelos de animales extintos y a restaurar los huesos originales de las criaturas que vemos en los museos.

El problema es que obtener ADN de criaturas extinguidas para un estudio molecular es complicado. Especialmente el del dodo, porque sus huesos no son grandes y los conservadores de los pocos museos que los tienen no se toman muy bien que un investigador llegue pidiéndoles el favor de cortar trozos de sus preciosos especímenes. “Y además, no tenemos la seguridad de poder extraer ADN de ellos, porque eso depende de su estado de conservación”, dice Shapiro en una entrevista telefónica. “Así que yo no sabía quién estaba más nerviosa, si la directora de colecciones especiales del Museo de Historia Natural de la Universidad de Oxford o yo. El proceso de extracción del ADN del dodo implica cortar un trozo del hueso de la pierna del tamaño de una uña, y molerlo hasta convertirlo en un polvillo muy fino. Luego obtenemos el ADN con una sustancia química que rompe las células. El paso siguiente es la reacción en cadena de la polimerasa. Esta es una técnica estándar de laboratorio que se usa mucho en estudios genéticos para amplificar el ADN”.


Más exactamente, estas enzimas de polimerasa ayudan a los genes a copiarse a sí mismos. Cuando se calienta la solución a 65 grados centígrados, las cadenas de ADN se separan en dos hebras. Y al enfriarse, las enzimas de polimerasa se pegan al material genético del dodo, fabricando copias a gran velocidad. Una noche entera de trabajo, repitiendo el proceso una treintena de veces, puede producir hasta un millón de copias de un gen o de un trozo de gen.

“Al principio estábamos interesados en tratar de descubrir qué clase de ave era el dodo. Y el análisis genético reveló sin lugar a dudas que es descendiente de una paloma. Su pariente vivo más cercano es la paloma de Nicobar (Caloenas nicobarica), que es muy bonita. Y ambos están más estrechamente emparentados de lo que nos imaginábamos”. Shapiro y otros expertos piensan que la paloma de Nicobar salió de la India hace unos cinco millones de años, e impulsada por los alisios, hizo escalas en las islas volcánicas de Mauricio y Rodrigues, donde se separó en dos líneas de descendencia. Una produjo el ave conocida como Solitario de Rodrigues, y la otra dio como resultado el Dodo de Mauricio; ambas perdieron la capacidad de volar.

¿Cuánto tiempo tarda un ave voladora en convertirse en una que no vuela? Según Julián Pender Hume, paleobiólogo del Museo de Historia Natural de Londres y líder de excavaciones en Mauricio, para ciertos grupos de aves la transformación puede ocurrir en cuestión de generaciones, porque sus polluelos sólo adquieren la capacidad de vuelo en la última etapa de su desarrollo. Y si se les coloca en un ecosistema donde no ven la necesidad de volar, simplemente no desarrollan esa etapa. En cambio para otros grupos, como las palomas, el proceso puede ser mucho más prolongado.

Al igual que las palomas actuales, el dodo estaba perfectamente adaptado a su nicho. De hecho, le iba muy bien hasta que los colonos llegaron a Mauricio con sus cerdos, sus ratas y sus perros. Y de pronto, adiós dodo.

Basándose en documentos históricos, Shapiro cree que, a diferencia de los moas en Nueva Zelanda, devorados por los maoríes, los dodos no sucumbieron en la mesa; quizá no eran igual de sabrosos. En cambio, probablemente las ratas encontraron sus huevos irresistibles. Shapiro es contraria a la hipótesis que sostiene que eran unas aves bastante tontas; lo que ocurrió más bien fue que no estaban preparadas para un cambio tan abrupto. “Era simplemente un animal que en su proceso evolutivo había perdido todo miedo a su entorno. Se acercaba a la gente por curiosidad. No sospechaba que ese nuevo animal de dos patas representaría su muerte. ¿Cómo podía saberlo?”.
Cuando se le pregunta por la posibilidad de resucitar a un dodo, Shapiro responde con un bufido de ironía. “No pierda el tiempo. Primero, cuando muere un organismo todo conspira para degradar su ADN: la luz ultravioleta, la oxidación, los ambientes pantanosos como Mauricio. Cuantos más años lleve muerto el organismo, más cortos son los fragmentos de ADN que se pueden amplificar. Y segundo, sólo se han podido sacar trozos de entre 50 y 150 pares de bases de largo del genoma del dodo, que seguramente tenía millones y millones de ellas”. Además, ni siquiera es ADN del núcleo, sino de las mitocondrias.

“Antes de pensar en clonar un dodo tendríamos que descubrir cómo obtener ADN del núcleo, y además en fragmentos largos”, explica Shapiro. “Luego habría que unirlos en orden dentro de los cromosomas correctos, y finalmente, hallar un vientre materno adecuado. Aún ignoramos muchas cosas sobre cómo fabricar un animal dentro de otro. Muchos genes se activan por sí mismos durante el embarazo y otros muchos en realidad son controlados por la madre. ¿Si metemos un mamut dentro de una elefanta, qué nos garantiza que los genes de la madre no vayan a apagar los del mamut para terminar produciendo un elefantito?”. Y añade, “¿para qué queremos un dodo vivo si su hábitat ya no es capaz de mantenerlo?”.
La tarea de Shapiro consiste más bien en usar el puñado de genes extraídos del dodo como claves para reconstruir parte del pasado de Mauricio y la de su drástica extinción, y compararla con el historial de extinciones de islas aledañas. Para eso necesita trozos de huesos de dodos de diferentes períodos y áreas. Muchos de esos huesos existen en el Museo de Historia Natural de Mauricio . Otros podrían seguir enterrados, aunque la humedad de esos pantanos no augura nada bueno para su ADN. “Es un reto enorme porque el ambiente de preservación es bastante malo, a diferencia del de Siberia, por ejemplo, que siempre es frío”.

Si el ADN es el mayor obstáculo para la bióloga, para Scott Lucas el problema es que nadie sabe con exactitud qué aspecto tenía el dodo. “Busque usted dodo en las imágenes de Google, y le saldrán más de dos millones y medio. Y muchas son distintas. Hay dodos gordos, dodos flacos, dodos blancos, dodos grises, dodos pardos, dodos adornados, dodos sin adornar. Hay dodos en estampillas y monedas y óleos barrocos; en litografías victorianas y caricaturas. Muchos museos tienen modelos de dodo, pero incluso estos son inconsistentes”, escribe Lucas en un informe sobre su fabricación del modelo de dodo para el Museo Raffles. “Este es el problema para quienes queremos recrear correctamente esta ave: todo el mundo cree saber cómo era, pero de hecho muy poca gente llegó a ver uno vivo o muerto”. 
FUENTES: es.wikipedia.org/wiki/Raphus_cucullatus
                   http://www.muyinteresante.es/operacion-dodo

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